Las hormigas resolvieron comerme.
Eran varias, no una sino cientos. Se movían por toda la casa sin descanso. Allí donde yo dejara algo, llegaban ellas y lo tomaban como suyo. Y yo conseguía reconquistarlo a fuerza de darles manotazos y frotarlo, pero sabiendo que solo era cuestión de tiempo.
Hormigas por todas partes,
primero en la cocina, pero también en el baño, en mi dormitorio, en el sofá, en
la terraza. Por todas partes, como digo, hormigas, nada más.
Sí, tramaron un plan para llegar
a ello, en ese camino de ir y venir de hormigas debieron decírselo unas a
otras, y en un momento llegaron de todas partes para hacerse, por fin, con la
presa definitiva; sin saber, por otra parte, que quizá fuera la última en mucho
tiempo.
Empezaron por comerse las cosas,
por ocuparlas; era dejar las gafas sobre cualquier superficie y al ponérmelas,
verlas corretear por los cristales. Una locura si no fuera porque podía
quitármelas; pero un día seguían correteando por mi vista, y aunque yo agitara
la mano en el aire, ellas no se iban. Empezaron por los ojos, y empezaron por
todas partes; llegaron en tropel, pies, piernas, manos sobre la mesa por la que
subían hasta mí, dedos, uñas. Primero unas simples cosquillas luego heridas, sangre
que ni brotaba porque se la bebían. Y así hasta desaparecer. Hasta que ellas mismas
escriban mis últimas palabras.
Se me ha encogido el estómago. Me toca la fibra porque... todos los veranos ellas acaban en mi lavavajillas, superando lavado tras lavado, el mismo en el que no hay fugas. De momento no salen de allí, aunque no sé cómo entran.
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ResponderEliminarAna, uff que agobio he sentido con tanta hormiga para aquí y para allá. En cuanto vea una por mi casa, juro que me la cargo, y que me perdone el Dios Hormiga.
ResponderEliminarMe ha gustado como has logrado hilvanar todo un mundo de ciencia-ficción en una realidad tangible, hasta tal punto, que como digo me he agobiado y me he sentido identificado con ese protagonista.
¡Fenomenal!
Abrazos sin hormigas de por medio.
Ay Anita, que picores.
ResponderEliminarYo tuve un conato de invasión como el que cuentas y al final opté por sucumbir al acuerdo, yo les suministraba comida (cerca de la ventana de la cocina) y ellas me ofrecían protección, al modo de los más organizados hampones. Finalmente debieron encontrar al alguien que les pagara mejor, pues dejaron de venir a buscar su comisión.
Abrazo veraniego.
Si aguantas a la primavera las salen alas y escapan por la boca, aunque mucho me temo que para entonces el dano ya este hecho
ResponderEliminarUff que repelús. Con el asquete que tengo yo a las hormigas (por un traumilla infantil que no viene al caso). La Marabunta en estado puro.
ResponderEliminarUyyy que impresionante. No me gustan las hormigas porque cuando era pequeña se comieron de esa manera mis gusanos de seda y me ponenla piel de gallina, comome ha pasadocon tu micro. pero eso no quita pqra que sea realmente bueno.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Es graciosa la imagen de ponerte las gafas y verlas corretear por los cristales, pero agobiante la idea de que tomen la vista, que des manotazos en el aire y no desaparezcan.
ResponderEliminarAh, no he podido evitar: Nani, yo tengo un micro que habla de eso, porque también me paso de niño. Curioso, eh.
Dos besos.
Guau, qué bueno, qué grima, qué todo.
ResponderEliminarQué detalle, escribirte el epitafio...
ResponderEliminarSalud-os