sábado, 4 de agosto de 2012

De sombras


Mi sombra se alargaba hasta su trabajo por las mañanas sin separarse del todo de mí. A mediodía, cuando el sol estaba más alto, permanecíamos unidas, con los quehaceres de la comida y la siesta, para alejarse de nuevo por la tarde en reuniones, paseos por la calle y llamadas de teléfono inevitables. Por la noche, con la oscuridad, no se iba, desaparecíamos juntas en el territorio de los sueños, en los abrazos de alcoba y en los gemidos nocturnos.
Hace unos días que noto cómo se despega poco a poco, como si estuviera cosida, los puntos se sueltan a cualquier hora del día o de la noche, y por más rápido que dé las puntadas, los hilos que la sujetan desaparecen y ella sigue su camino.

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