Los colores de Matilde
Aquella mañana, Matilde se despertó muy contenta
y llamó a la abuela para que la ayudara a vestirse.
— Abuela, hoy he tenido un sueño de colores, ha sido precioso
— ¿De colores? ¿Y cómo puede ser eso?
Matilde nunca había visto los colores porque era
ciega desde que nació, por eso era tan especial para ella, y por eso tampoco lo
entendía su abuela.
— Abuela, el cielo era azul como en primavera, cuando
la brisa suave acaricia la piel y tú me dices que es un día luminoso. Los árboles
tenían las copas altas, igual que las que nos dan sombra en las tardes de verano y
eran muy verdes, como el olor de la hierba recién cortada. El sol era amarillo
como en los días que calienta la cara. Y había una casa multicolor, rosa como
la suavidad de mis peluches, violeta como el olor de las flores y naranja como
cuando me abrazas y me aprietas fuerte los días de lluvia.
Dibujo de Lourdes Medina
Pintar el mundo de colores
Ya no era una niña
cuando empezó a pensar que le faltaban colores al mundo, que las personas se
habían vuelto más grises de lo que ella recordaba y el cielo se llenaba de
polvo y suciedad más a menudo de lo habitual.
Había que hacer algo
y había que hacerlo pronto –se dijo una fría mañana de marzo. Entonces se puso
manos a la paleta, un árbol por aquí, un tejado por allá, un sol ahí arriba y
pincelada a pincelada pintó el mundo en el que ella quería vivir.
Con cada pincelada notaba
como su corazón se alegraba y cada vez el cuadro tenía más vida y armonía.
Cuando terminó de pintar miró a su alrededor y unas ligeras cosquillas en la
barriga le avisaron de que el mundo era un poquito más feliz.
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Estos dos cuentos los escribí para regalar en el 8º cumpleaños de mi hija, inspirada por el dibujo de Lourdes.