Juan, el panadero, amasa sus pensamientos dentro de los panes. Mientras se mancha las manos con harina, agua y levadura, van creciendo diferentes ideas. Cuando separa la masa en montones, se van dispersando y al dar forma a cada uno les da el toque final.
No todos los que le compran lo saben, pero sí notan que el sabor es diferente cada día. Yo, que conozco a Juan desde que fuimos niños, le pido que me tienda puentes, incluso a veces le hago llegar semillas para después recoger frutos que den salida a mis deseos.
El otro día comí del pan equivocado, o será porque Juan tenía la mirada perdida, pero aún estoy vagando por un sueño sin sentido.
*Ilustración de Daniel Panero
Con este relato intentaré hacer una serie sobre vecinos microrrelatistas de La Palma, dedicado a Pablo Gonz por la inspiración.
Tierno como el pan recién horneado.
ResponderEliminarCreo que el pan es un alimento casi mágico,no me extraña que permita desear o soñar, No sé qué encanto tienen los panaderos, pero deben ser especiales sin duda alguna :)
ResponderEliminarComociéndote como te conozco, sé que pronto le hallarás el mejor de los sentidos.
ResponderEliminarUn beso
Este tipo de relatos que son frontera entre el mundo mágico y la realidad más de andar por casa me apasionan. Muy bien.
ResponderEliminarFabuloso, me ha encantado este amasar de panes convertidos en pensamientos. Un beso.
ResponderEliminarBonito pero inquietante, en definitiva, un buen micro.
ResponderEliminarHay una frase que me chirría un poco: "y al dar forma a cada uno les da el toque final."
Yo pondría "les pone el toque final" y creo que el toque final es como su nombre lo dice al final, después de dar la forma y no mientras, por lo que pondría "y después de dar forma a cada uno les pone (o imprime) el toque final."
Espero no pasar por entrometido, Ana, te lo digo con cariño.
Besos.
Llamadme entrometido si queréis, lo soy. La manera de escribir un relato, sea micro o sea largo, es la manera que tiene el autor de expresarse y jugar con las palabras, dando el sentido que se quiera dar.
ResponderEliminarNo pretendo, Señor Figueroa, iniciar una disputa verbal con usted. Nada más lejos. Mi intención es únicamente expresar mi opinión, en mis palabras, aunque seguramente otras lo hiciesen mejor por mí.
Un abrazo, a todos.
Me gustó el relato Miss Dinamita. Tendré que volver a comer pan. Espero encontrar alguien capaz de amasarlo y que no me sirvan siempre barras precocinadas.
Me ha gustado, a parte de explicarme el porqué del precio del pan. No parece tan caro, ahora que sé que está amasado y meditado.
ResponderEliminarSaludos.
Espero que este panadero tenga pocos pensamientos amargos.
ResponderEliminarGenial, Ana.
Un besico.
Perfecto y precioso...por favor quiero una barra con semillas de amapola y muchos sueños ;)
ResponderEliminarGracias, Ana: Desde hace varios meses andábamos con la sospecha de que todos los blogueros del mundo tienen su sede en La Palma y bien esto sólo viene a confirmar lo que pensábamos.
ResponderEliminarAbrazos fuertes fuertes fuertes y un poco palmeros,
P
Decía una paisana que esto de amasar da para pensar.
ResponderEliminarYa veo a qué se refería.
Un abrazo
mmmm sabroso
ResponderEliminarSaludillos glotones
Jo Anita, tengo que volver a comer pan... hace no se cuanto que no lo hago. Me encantaba cuando lo iba a buscar y por el camino me comía la mitad calentito. Mmmmm, que rico olor!!!
ResponderEliminarUn besito de pan.
Ya tenemos dos alimentos mágicos, la cerveza con su primer buchito que va pa'l alma y el pan que va directo al corazón. Uy, ahora que lo pienso ahi estás tu, en los dos sitios!!!
Creaste un personaje queridísimo. Este panadero soñador es una delicia.
ResponderEliminarAdemás, me recordó a Juan Panadero de Alberti.
Precioso, Ana. Hermoso e inspirador. Realmente ferpecto. Mi admirado sombrero.
ResponderEliminarUn beso de harina y miel.
Me ha gustado, es mágico y tierno.
ResponderEliminarUn abrazo, Iria L.
Entrañable, aunque me pierdo en esa frase de "le pido que tienda puentes".
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