Fotografía de Rafa Turnes
Todos los hermanos hablábamos con ella, a veces por turnos, siempre en la intimidad en que habitaba. Era entrar y encontrarla, esperando. No había manera de no decirle todo lo que sentías, la vida que pasaba sin que ella, en su baño perpetuo, se inmutase.
Poco a poco fuimos saliendo de aquella casa. La dejamos allí, pero nunca la olvidamos. Laura empezó a usar lentillas azules, aunque no logró alcanzar para sí esa mirada triste. Tomás se travestía por las noches, envuelto en lamé plateado y con su marca característica: una equis de esparadrapo en el pezón izquierdo. Inés no dejaba crecer su pelo, lucía una cabeza suave, tersa, brillante. Y Alberto... bueno, él se hizo escaparatista.
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Propuesta de relato a partir de una historia, una fotografía y un maniquí, en conjunto con Inés Arias de Reyna y Alberto Corujo
Es cierto, desde que conoció a aquel enigmático maniquí, el escaparatismo se convirtió en toda una obsesión para Alberto...
ResponderEliminarMuy bueno Ana, has conseguido sacarle jugo y darle juego a todos los detalles del maniquí :-)
Gracias a ti por esta nueva obsesión en mi vida: los escaparates... y las fajas.
EliminarUn abrazo grande
Creo haberte confesado alguna vez que disfruto especialmente de tus apuestas por el tono fantástico, Anita. Hoy es uno de esos días.
ResponderEliminarMe gusta la progresión de la historia, como -a medida que crece- va abriendo su abanico para dejar en manos del lector un conjunto de tramas que anudar.
Aplausos.
Me queda leer y conocer a Inés, Hacia allí voy.
Un abrazo,
Pedro, muchas gracias, no soy muy dada al género fantástico, pero ahora voy a probar de todo. He hecho un par de cursitos con Inés que me han dado muchas ganas de explorar en la escritura.
EliminarUn abrazo
Voy ahora mismo a raparme :)
ResponderEliminarYa estabas tardando, Inés
EliminarUn abrazo y gracias!!!
Las venus modernas crean mitos muy extravagantes...
ResponderEliminarLindo relato, e inquietante en el fondo, Anita.
besito!!
Me gusta mucho esa visión tuya, de venus moderna.
EliminarUn besito
Pues menos mal que le faltaba medio cuerpo, sino no se como iba a acabar esto.
ResponderEliminarJa ja ja, puedes imaginártelo, eso me gusta, te he sugerido algo :)
EliminarUn abrazo
Muy bueno este relato, todos los hermanos influenciados por ese maniquí al que contaban sus cosas, es como si hubiesen ido tomando a la vez su esencia.
ResponderEliminarMe gustó mucho Anita. Un abrazo.
Eso, yo creo que el maniquí tenía una esencia poderosa.
EliminarUn abrazo
Una historia inquietante Anita, de esas que se quedan revoloteando.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Y tanto, Rosa, fíjate que es más verídica de lo que parece. El maniquí existió y su historia es aún más rocambolesca, tanto que ha llegado a nuestros blogs en tres historias diferentes... y nos falta una segunda parte que está pendiente.
EliminarUn abrazo
Una familia influenciada por su mito. Me ha gustado mucho el relato. LOs maniquí tienen mucho atractivo.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Exactamente... y qué mito, quién puede crecer normal con un maniquí así viviendo en el baño. Es más ¿quién crece normal en cualquier otra circunstancia? ¿hay alguien normal? todos tenemos un maniquí en la bañera y un muerto en el armario.
EliminarUn abrazo
Ana vuelvo por acá. Me parece genial la descripción del maniquí como cada uno adopta sus características, las que más les gustó. Se fueron de la casa pero en ellos es perpetuo su objeto de obsesión.
ResponderEliminarAbrazos.
Hay cosas en la vida que uno jamás podrá olvidar. Historias de familia...
EliminarAbrazos
Un tanto obsesivos jejeje.
ResponderEliminarBueno, Miguel, me gustaría saber qué había en el armario, bañera, desván o trastero de tu casa ;)
EliminarUn abrazo
Mejor mantén el misterio, te decepcionaría lo terriblemente aburrido que soy.
EliminarLa infancia deja huellas, sin duda, y eso siempre ha sido buena materia narrativa. Éste es el caso. Me ha encantado este micro.
ResponderEliminarGracias, Isabel, huellas para toda la familia, sírvanse todos, de la abuela y el perro no he hablado, queda pendiente.
EliminarUn abrazo
La influencia en la vida de las compañías... y cada cual con sus matices de personalidad...
ResponderEliminarSaludos.
Claro, cada uno le pone su trocito de sí miso para alcanzar esa originalidad que somos cada uno.
EliminarUn abrazo y bienvenid