Orden de evaluación
El enunciado era claro: tenías que quedarte aquí, sumarnos y después multiplicar. Sin embargo preferiste salir, multiplicarte por ella y dejarme sin exponente. Y dices que al final todo es igual, pero a mí las cuentas no me salen.
Sí es igual. En una progresión que tiende a infinito, todo acaba en nada, todos acabamos en nada. Multiplícate por otro, o por ti misma. Al fin y al cabo, en equis años, todos calvo.
ResponderEliminarSugestivo texto, la metáfora de las matemáticas me llega mucho. Abrazos
Más bien con el ojo que se mira, creo yo!! De todas maneras soy más de letras.
ResponderEliminarBesicos muchos.
La aritmética del corazón nunca se resuelve a gusto de todos... cada cual utiliza la suya, de ahí que los resultados sean casi siempre tan dispares...
ResponderEliminarRecibe un cordial saludo :-)
Y luego nos dicen que las matemáticas son una ciencia exacta. Menuda mentira.
ResponderEliminarBrillante juego de lenguaje y sentimientos, Anita. Muy buena pieza.
Un abrazo,
En juegos así siempre hay alguien a quien no le cuadran las cuentas... Me gustó el símil del amor con las mátemáticas. Solo que en el amor 1 + 1 + 1 igual a tres no siempre es una buena suma, y menos si quiere multiplicarse
ResponderEliminar¡¡ Caguémonos en el orden de los factores y luego en el producto!!!
ResponderEliminar....
besos!
Encantador. Para que piense que en las matemáticas no hay poesía.
ResponderEliminarEs verdad Ana,
ResponderEliminaresas cuentas nunca salen. Bueno, a mí las matemáticas se me dan fatal, va a ser eso :-)
Un beso
Una ecuación que deja despejado que escribes genial.
ResponderEliminarMuy ingenioso... un juego inteligentísimo de conceptos... donde el doble sentido tiene todo el sentido...
ResponderEliminarSaludos