Aquella noche de septiembre
estaba la urbanización tranquila, con algunas conversaciones a media voz, cuando
se empezaron a oír los gritos. Los
vecinos se quedaron callados, solo se escuchaba alguna risa sospechosa,
mientras aquella mujer gritaba desaforadamente en mitad de un orgasmo
interminable. Parecía mentira que un orgasmo pudiera durar tanto, y seguramente
tuvo su eco en algunas parejas que, con más prudencia, cerraron sus ventanas.
Cuando aquello cesó, se formó una pequeña algarabía en las distintas terrazas, risitas ahogadas y conversaciones cómplices de un balcón a otro.
Tres o cuatro días después, en
los periódicos contaron el suceso: un hombre había descuartizado viva a su
mujer en una vivienda de esa urbanización. Desde entonces, los vecinos se
saludan cabizbajos, no salen a la terraza de noche y hay un pacto implícito de
hacer el amor con las ventanas cerradas. En silencio.
Relato escrito durante el Microtaller de Humor de la Escuela de Fantasía
Si, además, se hace el amor con la luz apagada, el descuartizador no acertará. Lo llevan chungo en esta urbanización.
ResponderEliminarAbrazos.
Los vecinos parecen que van a seguir haciendo lo que siempre han hecho: cerrar los ojos, no hablar (solo es educado murmurar), bajar la cabeza y no mirar (mientras no se pierden detalle. No me fio de esos vecinos, hacen como que están compungidos, pero no sienten nada, solo representan un papel.
ResponderEliminarY algunos vecinos, victimas de una envidia sana, hicieron el amor desaforadamente, descubriendo unos días después, que su muerte no fue en vano.
ResponderEliminarCon este micro, Anita, le das un estacazo a la hipocresía con que nos movemos en esta sociedad que hemos creado. Me gusta su carga crítica, porque es muy clara aunque esté soterrada bajo una historia por la que el lector se desliza con una facilidad extrema.
ResponderEliminarDesde este rincón del Atlántico van mis aplausos.
Un abrazo.
Qué situación, que atragantera la de la gente que cuchicheó y lanzó risitas esa noche... Qué bueno, Ana, tú lo cuentas como fue y luego que cada cual saque las conclusiones que guste...
ResponderEliminarAbrazos.
Al principio de tu relato me has recordado a unos vecinos temporales que tuve, que incluso llegaron a mover el cabecero de mi cama o así me lo pareció, claro que no tenían nada que ver con los prota de tu micro. Es impresionante como nos llevas al final de esa manera tan especial, que casi eriza el vello, porque nos haces sentir culpa a todos, de esas cosas que a veces intuímos y no queremos ver o hacer realidad, para no implicarnos.
ResponderEliminarMe ha parecido genial.
Besicos muchos.
En silencio y en secreto, como si de algo sucio, feo y para reprender se tratara...
ResponderEliminarAh, cierto, eso es lo que dice el catolicismo...
Saludos
J.
Las apariencias...
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