Escondí las lágrimas y las sonrisas del revés bajo siete mantas, tres abrigos, cuatro jerséis de cuello vuelto, los pantalones de pana, los guantes y las bufandas. Regué de naftalina, cerré bien la cremallera y lo subí al altillo del armario.
Al llegar el frío, con la rutina del cambio de estación, saco las cosas una a una; con ellas abrigaré las mañanas de sol gélido, las tardes de lluvia, las noches de escarcha...
L s pen s y n st ba
Esto más parece un cambio de estación en la propia vida que algo relacionado con el tiempo. O con el tiempo que ha pasado, o con el tiempo que no queremos recordar o ...
ResponderEliminarMuchos besos, Anita
Bueno, de ahí el título. A veces los cambios vitales son como las estaciones.
EliminarUn beso grande
Los días claros de invierno tienen una luz especial a pesar de que son los más fríos del año. Si te preparas y abrigas puedes disfrutar mucho esta estación. Siento este relato muy cercano y me alegra mucho, por fin, leerlo en tu blog. Sobre todo esas últimas palabras que se leen solas sin necesidad de letras. Un beso.
ResponderEliminarGracias, realmente el invierno si no pasas mucho frío está muy bien, en estas latitudes es más fácil disfrutarlo, aún así voy por una mantita.
EliminarUn beso
Me dejas sin palabras y sin más comentarios que decirte que es hermosísimo y que llega a fondo.
ResponderEliminarMe alegro que te guste... este relato ha reposado todo el verano, junto con las penas. Pero uy, ya sale... con la ropa de invierno.
EliminarUn abrazo grande
La naftalina acaba con todos los bichos...
ResponderEliminarSi, creo que la aplicaré más en mi vida amorosa, ja ja ja
EliminarUn abrazo
Hay cosas que es mejor guardarlas lejos, bajo siete llaves. Me gustó mucho.
ResponderEliminarsaludillos
O bajo siete mantas, que viene a ser lo mismo.
EliminarUn abrazo enorme, ranita
Un micro que centra su potencia en un mínimo juego visual y que consigue -con ello y con la acertada elección de su prosa- colarse en el lector hasta generar un deseo de convertir su realidad -la del micro- en la propia.
ResponderEliminarBrillante, Anita.
Un abrazo,
Pedro, después de tu comentario tengo que leer el relato para ver si todo eso estaba ahí :)
EliminarGracias!!
Un abrazo de inventor
Las polillas se comieron parte del dolor... Pero las mantas estaban ahí para cobijarte, y podrás salir con un buen jersey a sentir el maravilloso sol del invierno.
ResponderEliminarBesos y una taza de chocolate con churros, que ahora es lo que apetece.