Entro en el vagón, me siento y bajo la barra de seguridad. Suena un pitido y empezamos a avanzar por los carriles. Primero una subida lenta, muy lenta, que hace presagiar una bajada vertiginosa: pero no, hay un llano y después cae con suavidad, luego otra subida y ahora sí, triple vuelta de campana, estómago en la garganta, ojos fuera, gritos de pánico. Llano rápido y una bajada, ya caemos en picado, los pelos se quedan arriba, las manos aferradas a la barra, hasta el culo se levanta un poco del asiento. Subida otra vez y luego vuelta, giro, vuelta, giro, un llano largo lleno de temores y por fin una bajada por un túnel que parece no terminar nunca. Al salir, media vuelta y se terminó. Respiro. Ahora por fin sé que te has ido para siempre.
Curioso. Hace dos días estuve en un parque de atracciones, sentí todo eso, pero no se me hubiera ocurrido emparentarlo con una relación... Ahora que te leo creo que tienes razón. Hay relaciones con más altibajos, loopings y encogimiento de estómago que cualquier atracción de feria, por mucho que la anuncien como la más, más, más del mundo mundial.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo también estuve en el parque de atracciones, no sé si se nota :)
EliminarY sí, la vida siempre más
Abrazo
Nunca me gustaron los parques de atracciones, y menos ahora.
ResponderEliminarUn beso
Bueno, Luisa, son inevitables
EliminarUn abrazo grande
Estupendo relato, Anita :).
ResponderEliminarGracias Inés!
EliminarUn beso grande
Buena comparación. Como relato de montaña rusa, genial. Vertiginoso. Consigues darle un ritmo brutal. Y esa frase final le da un toque personal insuperable. Pero sabes una cosa? Cuando te bajas de la montaña rusa te esperan el resto de atracciones del parque.
ResponderEliminarBsts
Ah, y hay algunas que merecen la pena... seguro que hay una "Ranitas saltarinas felices" que me voy a subir en cuanto la vea.
EliminarUn beso
Yo interpretaba que lo se va para siempre es el miedo.
ResponderEliminarPues mira, tu interpretación me gusta bastante. Es una forma muy positiva de verlo.
EliminarUn abrazo
Yo soy incapaz de subir a una atracción así, no me verás nunca, pero he subido con tu relato que tiene un ritmo trepidante...Y un final nada esperado, muy bueno, muy bueno.
ResponderEliminarBesicos, Anita
Poniéndome al día con las ventanas amigas.
Toda una metáfora, escrita con precisión y pulso firme. El final, eleva el micro.
ResponderEliminarAbrazos.
Ay qué precisión tiene esta analogía, Anita! Tanto vértigo y vuelta de campana para terminar frenando en seco, paralizados y preguntándonos cómo fue que nos dejamos llevar por todas esas vueltas ... Muy muy muy bueno. Un placer enorme leerte! Saludos van
ResponderEliminarAnita, solo me subí una vez en una montaña rusa y acabé en el hospital por el mareo. Con tu relato no me ha sucedido lo mismo, pero reconozco que he sentido cierto vértigo. Me ha gustado esa metáfora que has utilizado.
ResponderEliminarUn abrazo.
El micro reproduce mediante un ritmo trepidante todo el vértigo que produce una montaña rusa. La vuelta de tuerca final convierte la pieza en una metáfora que deja un rastro ineludible de amargura en el lector. Bien logrado y bien encajado todo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, sí señora.
Abrazos.
Durante años definí mi primer matrimonio como una montaña rusa, solía decir: a veces subes, a veces bajas y la mayor parte del tiempo te preguntas quién te ha mandado a subirte. He disfrutando viendo cómo se puede sacar otra metáfora, más triste pero con más profundidad emocional, Anita.
ResponderEliminarGran micro, no hay duda alguna.
Un abrazo,
P.D. Bienvenida, :-)
La vida es una montaña rusa. Saludos.
ResponderEliminarQué gran final, Anita. Hay relaciones que son tal que así. Qué bueno.
ResponderEliminarAbrazos.
¿Hay alguna relación que no sea así? ¿Qué vida estuve viviendo, entonces?
ResponderEliminarMuy bueno, Anita.
Besos.
HD
Gustome!!
ResponderEliminarMe ha hecho recapacitar. Supongo que hay gente que percibe esas sensaciones durante el trayecto. A mí las montañas rusas me impresionan antes y después. Sobre todo después, al bajar, con los pies indecisos, el estómago descentrado; pensando ¿para qué me habría montado yo ahí? Como en algunas relaciones, supongo, ya ni me acuerdo, ahora con el estómago centrado...
ResponderEliminarAbrazo
Gabriel
Muy bueno tu relato . saludos ...
ResponderEliminarBuena metáfora de la vida. La frase final, plas, en toda la boca. Me gusta, sí. Me gusta.
ResponderEliminarUn final de impacto, Anita y sí, hay relaciones así como una montaña rusa.
ResponderEliminarBesitos
De vértigo total, Anita. Muy bien encajado, realmente se nos subió un poco el culo en esa vuelta. El final, en vez de mareo e inseguridad al bajarse, resulta alivio y tranquilidad. Y así es cómo nos extrañamos de haber soportado tanta dichosa subida, bajada, vuelta y revuelta en una relación.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un abrazo.
Casi como una terapia, no? Puede funcionar.
ResponderEliminarComo la vida misma, pero me permito recomendarte el consejo de Los Limones "... pásalo bien que es un buen chiste vivir". Aunque ya sabes "...un buen consejo si quieres llegar a viejo, los buenos consejos te van a arruinar" (Dinamita pa´los Pollos), asi que tampoco me hagas mucho caso.
ResponderEliminar