Niño geopolítico observando el nacimiento del hombre nuevo, Salvador Dalí
Hace días que me duermo, que caigo en un sueño oscuro si intentas hablar de lo nuestro. Nuestra convivencia, nuestro espacio o tiempo juntos, nuestras cuentas. No importa con qué intentes empezar la conversación, caigo profundamente y te dejo monologando, acompañada de mi respiración. Y sé que te desesperas, pero no puedo hacer nada. Ni la coca-cola ni el café me ayudan.
Y cuando despierto te veo, ya en silencio; a veces tú has conseguido dormir o quizá solo finges. Y es ese el momento en que puedo vivir. Cuando no estás, cuando no me hablas. Y contemplarte tan bella, tan tú. Pero tan lejos.
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Este relato tiene otro punto de vista, el de ella, escrito por Nicolás Jarque: Frustración, que podéis encontrar en su blog.
Gracias a Nicolás por estos ratos de inspiración conjunta.
Ana, esta perspectiva tuya muestra muy bien el sentido de esta pareja, donde el tedio y el paso de los años es más fuerte que su relación. Así, son ellos, los que prevalecen sobre las palabras y la complicidad de ambos. El título y el juego de las distancias de espacio y tiempo, geniales.
ResponderEliminarEs un placer colaborar contigo, pues es divertido y didáctico al mismo tiempo.
Un beso y a seguir escribiendo.
Gracias por la propuesta, Nicolás, me ha encantado, pero ¿cuándo vamos a por la siguiente?
EliminarBesos
Uffff, sigo con la boca abierta... Plas, plas, plas
ResponderEliminarBesos desde el aire
Cierra que entran moscas ;)
EliminarGracias, guapa. Besazos
Me recuerda al "Me gusta cuando callas..." de Neruda, pero en este caso está claro que los motivos son más profundos, o más contundentes. Esto, perdona, pero no hay quien lo arregle. Y ambos deberían mirarlo de frente. No sé como ha sido el proceso de creación, pero os han quedado dos realidades a cuál más dura.
ResponderEliminarUn abrazo, Anita.
Nunca terminas de saber cómo es el proceso de creación. Más o menos dos miradas a una situación, él y ella. Los porqués los pone cada uno. Y no, no parece que tenga mucho arreglo, pero algo queda.
EliminarAbrazos
Hallar la felicidad en el silencio porque hasta las palabras apestan...
ResponderEliminarA veces una pareja es la distancia más larga entre dos puntos.
Un saludo.
Toma ya! Yo prefiero las parejas en que es la distancia más corta ;-)
EliminarAbrazos
vengo desde lo de Nicolás y no me arrepiento en absoluto, una contracara esencial para pensar muy bien antes de tomar partido
ResponderEliminarmuy bueno, felicitaciones
un abrazo
Claro, siempre hay que mirar las dos partes antes de tomar partido. En todo caso, yo me quedo con ella ;-) me cae mejor.
EliminarUn abrazo
Tu micro me lleva a pensar en lo que se ha fugado, Anita; en lo que se nos va escapando y en esos troncos que creemos que están allí para salvarnos y no son más que piezas de los restos.
ResponderEliminarBrillante.
Mis aplausos.
Un abrazo.
Me voy a leer a Nicolás.
Pedro, gracias! No nos damos cuenta de lo que se va hasta que se ha ido y quizá no podamos despertar, aprender sí, siempre.
EliminarUn abrazo
Ahora voy a leer el de Nicolás, pero el tuyo, así sin comparaciones, me pareció muy bueno. Qué extraño, muy bueno en el dolor.
ResponderEliminarUn beso, Anita.
HD
Bueno en el dolor... sí, la verdad es que ha quedado dolorido el relato. Yo no :D
EliminarAbrazos, Humberto!
Muy bueno, me gustó mucho. Saludos.
ResponderEliminarGracias, y bienvenido!
EliminarUn abrazo
Asfixiante rutina. Un relato muy amargo.
ResponderEliminarMira que yo soy de las de "bendita rutina".
EliminarUn abrazo
Es una realidad Ana. Pasa que no dejamos de anhelar nuestro tiempo solitario, sin la rutina del matrimonio, de la convivencia, pero seguimos queriendo, a lo lejos.
ResponderEliminarBueno, siempre se puede elegir, lo malo es no saber qué quieres... no?
EliminarAbrazos
Llego desde el cuento de Nicolas esperando encontrar un hilo de esperanza y después de leer tu micro, Ana, he pensado, igual que Miguelángel Flores, que esto no hay quien lo arregle, pero de repente he recordado la historia de una pareja a la que le ocurría algo similar, aunque en esta historia, el marido, en lugar de quedarse dormido, escuchaba la radio, miraba la televisión o trasteaba con el ordenador. Sin embargo, la mujer, demostrando una extraordinaria capacidad estratega, resolvió hablar con él durante sus escarceos amorosos que, no sin cierto asombro por parte de ambos, se repitieron cada vez con más frecuencia, así como también recuperaron la facultad de comunicarse que un día les había unido.
ResponderEliminarA ellos les funcionó.
Un juego muy interesante y dos grandes micros que dejan un poso algo amargo, aunque cotidiano. Un beso.
A veces son épocas que se pasan. En mi relato hay un hilo de esperanza, en el de Nicolás también. Solo hay que coser con ese hilo en vez de dejar que se deshilache la vida, el amor. Apostaría por eso, si pudiera.
EliminarUn abrazo y bienvenido!
Tienes razón, si queda amor hay esperanza. Encantado de pasar por aquí.
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