Que si te puedes quedar a dormir, preguntas, y te dicen que sí, pero que tienes que compartir cama con un amigo que llegó primero, que no hay más camas, y que seguro que no le importa. Y entras, y resbalas bajo la sábana, con una camiseta y unas braguitas, porque hace mucho calor; te pegas a tu lado y ni le tocas. A mitad de noche os rozáis entre sueños y de la piel con la piel ya se sabe; el roce se hace presencia, y la presencia besos y jadeos. Y cuando todo termina te invade un sopor y caes de nuevo en el sueño, hasta que la luz entra en la habitación blanca y puedes mirarle, pero él ya no está; tampoco en la casa, y a ti te avergüenza preguntar.
Desde entonces, caminas por la ciudad y miras a todos sin saber si alguno será él, o si él te sabrá.
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Miguelángel Flores, del blog Eternidades y Pegos escribió una segunda parte para esta historia. No dejes de leerla, para ello pincha la foto:
Si esta primera parte me ha parecido bella, la segunda no menos.
ResponderEliminarOs felicito a los dos por este ejercicio generoso, placer para los que os leemos.
Recibe mi saludo.
Gracias, Anna!
EliminarNo sé si es generosidad o lo contrario esto de compartir la escritura :) Amor al arte desde luego.
Besos
No estropees el recuerdo encontrándolo.
ResponderEliminarCreo que ya es imposible jajaja, que me lo digas tú tiene guasa ;)
EliminarBesos
Fantástica historia, en dos actos, escrita a cuatro manos (como tenía que ser, je je).
ResponderEliminarMis felicitaciones a ambos.
Abrazos.
Estas cosas a cuatro manos mucho mejor, y las de Miguelángel son buenísimas compañeras.
EliminarAbrazos
Estupenda historia, voy a por la segunda parte.
ResponderEliminarMuy ingeniosa Anita.
Gracias, Yashira, sí que es una buena historia, que da pie a mucha fantasía.
EliminarBesos
Que linda historia. Me voy a leer la segunda parte.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Lucas. Seguro que te ha encantado
EliminarUn abrazo
Ha sido divertidísimo, Ana. Seguirte, preparar la entrada juntos. Me ha encantado conocerte un poco más. Y has hecho que me reenamorara de esa manera tuya anavidaliana de contar las cosas. De corazón, ha sido un placer hacerlo contigo. Y me alegro de haberte dejado yo también a ti satisfecha. Habrá que repetir, sin duda.
ResponderEliminarUn abrazo con toda luz
Ay, Miguelángel, que con la luz apagada y todo se me encienden los colores. En serio, me ha encantado compartir esto contigo, que tomaras el guante y continuaras la historia, que la hayas hecho tuya. Claro que hay que repetir, la próxima te dejo que propongas tú.
EliminarAbracísimos!!!
Esos amores fugaces, desconocidos que aún se buscan.
ResponderEliminarY que quizá no se encuentren.
EliminarSaludos!
Una historia mu intereante y que me ha dejado con esas ganas de leer la continuación, así que para haya voy.
ResponderEliminarMe alegra volver a leerte.
Besicos muchos.
De esas historias que no ocurren a diario, afortunadamente.
EliminarUn beso
Me gusta tu "primera parte", Anita. Es de las que le suben la tensión al lector.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me voy a leer a Miguelángel.
De eso se trataba, de disparar la imaginación.
EliminarUn abrazo
Sean eternas las búsquedas, que supimos conseguir...
ResponderEliminarSaludos
J.
Pues sí, todo un logro ese poder buscar.
EliminarSaludos
Siguiendo las instrucciones de Miguel Angel, he llegado hasta aquí para leer esta bella historia, sensual y sensitiva ¡mucho!.
ResponderEliminarNo me extraña que busque y busque por las calles de la ciudad, después de esa atmósfera tan bien narrada. Creo que me voy apor la segunda parte ¡a ver qué ocurre!.
Besos Ana, ¿sigues haciendo esas fotos que hacías todos los amaneceres? ...(eso se me quedó muy grabado y me pareció una excelente forma de empezar el día) Entre tú y yo...lo he empezado a practicar como terapia de regreso a Setiembre. :)
Un abrazo y un beso.
Me alegra que vengas, Laura. Sobre las fotos, sí, sigo con ellas ahora que retomo el horario escolar. Es una buena terapia, verdad?
EliminarUn abrazo y otro beso para tí, guapa.
El anhelo es el mejor motor que ha existido jamás para la vida humana...
ResponderEliminarSaludos!
J.
El deseo, sí.
EliminarUn abrazo
Me gusta el relato, sobre todo por ese final "si alguno será él, o si él te sabrá". Me has llevado a "El beso", de Chéjov, donde un oficial "muy simple" recibe por error un beso de una joven en una habitación oscura, y todo lo que desencadena en la imaginación a partir de ese momento, sin llegar a saber nunca quién le besó.
ResponderEliminarAna Vidal y Antón Chéjov, dos grandes.
Jo, tengo que leer ese cuento de Chéjov, a ver si lo tengo en mi libro de cuentos... Gracias!!!
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